Las viviendas colectivas y el co-housing
El acceso a una vivienda se ha convertido en una auténtica carrera de obstáculos, no tan solo por un problema de precios sino también por la propia falta de vivienda residencial, ya que hemos visto como el parque de vivienda turística ha secado el remanente residencial, y ante esta situación van apareciendo fórmulas con más o menos éxito que intentan paliar la situación y dar una solución ciertamente lograda.
A tal efecto, está resurgiendo con no poco éxito la idea de vivienda colectiva, que no es otra que aquella destinada a ser habitada por un grupo de personas sometidas a una autoridad o a un régimen común no basados en lazos familiares ni de convivencia ( conventos, asilos, residencias de estudiantes, hospitales, pensiones, hoteles cárceles, cuarteles ...). De esta manera dichas viviendas son utilizadas de manera comunitaria por un grupo de personas, sin vínculos familiares entre ellas, que hacen vida en común por motivos de salud, enseñanza, religión, trabajo ... y hoy, cada vez más por necesidad.
La principal característica en relación a su uso es que cumple, eminentemente, una función social, impidiendo en gran medida que aflore el componente especulativo de la vivienda, aportando además grandes ventajas como puede ser un coste de la propiedad mucho menor, disponer de más zonas comunes, mayor aprovechamiento de los servicios básicos de luz, agua y gas ... Su concepto no depende de la estructura de dicha vivienda colectiva sino de sus residentes o moradores, concretamente de la relación entre ellos y el uso que se da a la construcción. Es por ello que a día de hoy dichas viviendas colectivas, cuyo uso antaño fue más común, y por motivos básicamente económicos están evolucionando en viviendas compartidas.
De forma muy similar, en esencia, se encuentra el co-housing, concepto más arraigado y popular en el norte de Europa y muy influenciado por las tradiciones nórdicas de vivienda, que no es otra cosa que una forma de vida, en donde lo que se pretende es crear un proyecto de vivienda ligada al derecho de uso que se centra más bien en la comunidad, la interacción y el apoyo vecinal. Los interesados se asocian en una cooperativa para construir no solo un edificio, sino que en realidad se está creando la base de una comunidad horizontal y autónoma, buscando más un proyecto de vivienda ética, responsable y ecológica. Efectivamente no se ha descubierto nada, simplemente se está retornando a los orígenes, buscando la vertiente más humana, la convivencia, en definitiva otros valores más sanos que rompan con la mera especulación inmobiliaria, que enfaticen la función social de la vivienda y no se de tanta importancia a su función económica.
Ciertamente, en alguna ocasión ya se dijo que la especulación es una especie de atraco legal o consentido porque en la especulación no hay creación de riqueza, sino mera apropiación de la riqueza, y en consecuencia no aporta nada a la sociedad, simplemente satisface instintos individuales.
En definitiva nos encontramos ante una alternativa más, no la única, pero sí es un sendero reencontrado que quizás pueda ayudar a recuperar la esencia del concepto de vivienda y principalmente su función social.








